Escribe: José Antonio Camborda (*)
Me voy a definir con una frase muy corta: soy pacifista. Y por eso es que a lo largo de mi vida siempre he estado al lado de la paz entre las naciones y de la vida civilizada entre los pueblos.
Y por ser pacifista condeno cualquier forma de violencia, y naturalmente cualquier guerra.
En este momento mi país, el Perú, atraviesa por momentos muy difíciles por la crisis económica, crisis que es mundial; y, los violentistas, aprovechan las protestas para generar violencia porque lo que quieren es que haya muertos y sangre, y con estos trofeos exigir la renuncia del actual jefe del gobierno.
Estos violentistas, entre los que se encuentran los nuevos ricos herederos de fortunas mal habidas, pagan a delincuentes que se encargan de atacar a la policía y generar el caos. La policía tiene que defenderse, controlar el orden y devolver la calma.
Y a nivel mundial, la sangrienta guerra desatada por Rusia contra Ucrania está mostrando de qué es capaz un tipo sanguinario como Putin que niega que su ejército esté matando a la población civil, a niños en hospitales, y a civiles pacíficos que tratan de huir de las zonas atacadas.
Cómo en toda guerra, hay pretextos. Putin quiere erigirse como salvador de habitantes de origen ruso de Ucrania a quienes se les prohíbe, según él, hablar ruso. Y acusa a los ucranianos descendientes de judíos de tener un régimen nazi. Un pretexto risible como el que los jerarcas chilenos en el siglo XIX, basados en la doctrina Portales, para declarar la guerra del Pacífico contra Bolivia, pues decían que con la guerra defendían a los obreros chilenos explotados por los empresarios bolivianos, pero lo que buscaban en sí era expandir su territorio.
Los bolivianos eran dueños de minas y reservas de salitre en Antofagasta y Atacama.
Chile se había preparado para la guerra diez años antes. Y buscó otro pretexto para ampliar la guerra contra Perú porque tenia un tratado de mutua defensa ante cualquier agresión.
¿Qué quería Chile?, expandir su territorio anexando Antofagasta (que era parte de Bolivia) Tarapacá y Arica que eran de Perú. Fue una guerra de conquista y la ambición del país del sur fue apoderarse de las reservas de salitre y de guano de las islas y de las grandes minas de cobre en esa región.
Volviendo a la guerra desatada por Rusia. El interés no es jugar al rol de héroes. Es la riqueza del subsuelo de Ucrania y tener salida al mar. Y volver a anexar a los países que formaron la ex Unión Soviética.
Y, si nadie frena a Putin, hará lo que quiera. Por ejemplo, será el presidente de Rusia que permanecerá en el poder mucho más tiempo que otro. Su mandato que era de seis años lo ha prolongado hasta el 2036. Y nadie en su país ha dicho nada.
Sin duda, Putin tiene en su bolsillo a políticos, militares y empresarios rusos que le podrían decir basta, pero no pueden, porque como él fue jefe de la temible KGB, tiene la historia de cada uno de ellos y en muchos casos debe ser muy sensible.
Mientras nadie ponga un alto, Putin seguirá haciendo lo que le de la gana, y, en el colmo del cinismo, seguirá acusando a Ucrania de atacar con misiles a su propia población civil, entre ellos niños y ancianos, de violar a las mujeres, y culpar a las fuerzas de defensa de Ucrania. Un cinismo propio de los espías de alto vuelo.
(*) Periodista de diarios del Perú y EEUU, Ex Jefe de Informaciones de La Prensa de Lima, Jefe de la sección política de La República, Director de El Peruano, editor de El Nuevo Herald y periodista en Telemundo, CNN y NBC Canal de Noticias.